Él era artista.
La vida te da dos nombres. Pero hay tipos que se ganan tres. De lunes a viernes, Cristián pasaba a ser míster. Enseña arte en un colegio inglés. Y consigue hacerlo a su manera. Con zapatillas y corbatas de la ropa usada. La vida, te enseñan, es un proceso donde quemas etapas. Dónde avanzas y olvidas. Pero de alguna forma, a pesar de los cuarenta, él seguía manteniendo su capacidad de asombro. Con actos tan sencillos, como cuando un niño tomaba un papel y un lapiz y se ponía a dibujar. Eso era lo que lo mantenía ahí. De lunes a viernes, hacía de amigo y padre adoptivo a quien lo necesitara. Pero las semanas también se acaban. Y ahí, Cristián dejaba de ser Núñez. Y volvía a ser Chinomestizo. Pescaba su auto y manejaba las tres horas hasta Pichilemu. Ahí es donde espera a que algo pase. Un evento, por ejemplo. Como que su trabajo o su nombre, se den a conocer. Pero hoy es jueves. La playa, los amigos y la vida que soñó, aún tendrán que esperar. Por lo menos, hasta que la campana vuelva a sonar.
La vida te da dos nombres. Pero hay tipos que se ganan tres. De lunes a viernes, Cristián pasaba a ser míster. Enseña arte en un colegio inglés. Y consigue hacerlo a su manera. Con zapatillas y corbatas de la ropa usada. La vida, te enseñan, es un proceso donde quemas etapas. Dónde avanzas y olvidas. Pero de alguna forma, a pesar de los cuarenta, él seguía manteniendo su capacidad de asombro. Con actos tan sencillos, como cuando un niño tomaba un papel y un lapiz y se ponía a dibujar. Eso era lo que lo mantenía ahí. De lunes a viernes, hacía de amigo y padre adoptivo a quien lo necesitara. Pero las semanas también se acaban. Y ahí, Cristián dejaba de ser Núñez. Y volvía a ser Chinomestizo. Pescaba su auto y manejaba las tres horas hasta Pichilemu. Ahí es donde espera a que algo pase. Un evento, por ejemplo. Como que su trabajo o su nombre, se den a conocer. Pero hoy es jueves. La playa, los amigos y la vida que soñó, aún tendrán que esperar. Por lo menos, hasta que la campana vuelva a sonar.